La Torre de Babel.

Publicado por Joaquín Yebra en

Pr. Joaquín Yebra (Publicado hace 19 años.)

Génesis 11:1-9
La historia relata como los hombres desde la antigüedad construyeron magníficas ciudades y poderosas civilizaciones.

En la épica acadia de «Atramasis» se cuenta cómo construyeron la ciudad de Babilonia con la intención de vincularse de alguna manera a lo sagrado.

Así se construyeron las torres llamadas «Zigurats», palabra que significa Templo-Torre.

Entre la tierra y el cielo, los «Zigurats» eran un punto en éste nuevo mundo profano postdiluviano, donde los seres humanos podían encontrarse con sus dioses… Por eso llamaron su ciudad «Babilonía», originalmente «Bab-ilani» palabra que significa «puerta de los dioses».

La Biblia la llama «Babel», palabra que significa «confusión «.

Sus edificadores tratan de crear, mediante una nueva tecnología, una escalera que les condujera hasta el cielo, hasta lo divino: Génesis 11:3.

Cocieron ladrillos y emplearon el bitumen, como argamasa….

Lo que quedaba por ver es como utiliza el hombre las cosas que crea con su ingenio: Génesis 11:4.

Esta es la ambivalencia del ser humano: las necesidades genuinas y la soberbia inevitable que lo acompaña, y de la cual parece no poder librarse; querer construir una ciudad es noble y genuino, pero ese «hagámonos un nombre», ese afán por perpetuar nuestro nombre, nuestra fama, por medio de altas torres que lleguen al cielo, es claramente soberbia.

Aquellos hombres, como tantos hoy, olvidaron que la iniciativa del hombre no puede determinar la santidad de los lugares.

Es Dios quien decide dónde pone su Nombre: Deuteronomio 12:1-5.

Los constructores de Babel estaban motivados por su orgullo y su deseo de autoengrandecimiento… y estas actitudes nunca serán una fuente fructífera de espiritualidad verdadera: Génesis 11:4.

Aquellos hombres buscaban la inmortalidad… fueron lo más evidentes inventores de todas la religión… una torre-templo para traspasar la gran frontera.

Para la Palabra de Dios es muy clara al respecto Isaías 2:11-18; la construcción de la ciudad y la torre representará al hombre enorgulleciendose de su propia obra y eternizando su soberbia por medio del ladrillo que debió ser usado para otro tipo de vivienda.

Pero el hombre no puede alcanzar la bendición por sus propios esfuerzos.

La civilización lleva en sí la señal de su evidente separación de Dios. Pero el hombre anhela la íntima relación con Dios en Edén.

Las torres no pueden restaurar la intimidad perdida.

Génesis 11:5

Dios desciende a la profundidad del pensamiento humano para juzgarlo con ecuanimidad.

Génesis 11:6.

A Dios no le molestan los ladrillos y la argamasa… no es cuestión de barro cocido bitumen…

«Ahora no le será vedado nada de lo que se han propuesto hacer»…

Aquellos hombres esperaban dar a su existencia mundana una dimensión celestial, trascendente…

Pero el señor interviene y destruye su arrogancia.

El Señor desciende y confunde su lengua…

Génesis 11:7-8.

El proyecto de la torre de Babel fue abandonado porque no pudieron llevarlo a cabo…

Tanto la ciudad como la torre quedaron incompletas.

El pecado siempre produce disolución de la comunidad.

El orgullo y el egoísmo de los constructores volvió la bendición en maldición.

El nuevo orden de Dios después del Diluvio se fragmenta y estropea una vez más en manos de los hombres.

La civilización y la tecnología no han podido ser nunca fuente de bendición, por cuanto en las manos del hombre la civilización y la tecnología se deifican.

«Babel», con sus dos «bet» y su «lámed» -bet es «casa», y lamed es originalmente «el gancho aguijonado para picar a los bueyes»- es «La puerta de El», «Babilu».

El profeta Sofonías se hace eco de éste relato en 3:9: «En aquel tiempo, dice el Señor, devolveré yo a los pueblos pureza de labios, para que todos invoquen el hombre del Señor, para que le sirvan de común consentimiento»

Dice el hebreo donde nosotros traducimos «de común entendimiento», de «hombro a hombro».

La historia no podrá concluir hasta que llegue el momento en que los hombres retomemos lo más precioso que poseíamos antes de caer presa de la soberbia del ladrillo y mortero, del bitumen y el barro cocido, de la tecnología, de los ídolos.

Cuando esto ocurra, la humanidad habrá y ingresado a todo lo que todos los profetas de Israel llamaron «aquel día»… El comienzo de una nueva era en la que el hombre podrá hablar con el nombre, y juntos servir a Dios, creador de todos.

Dios nos habla hoy por medio de esta historia bíblica.

El significado de lo que ocurrió con esta generación ha dejado perplejos a los exégetas modernos y antiguos; en cuanto al pescado de aquella generación castigada con la confusión de las lenguas y la dispersión, por las latitudes de la tierra: Génesis 11:9.

Ocurrió lo que siempre ha ocurrido: el hombres se aleja permanentemente, más y más del Creador y de su creación, y tiende a dedicarse en exceso a la vida materialista artificial…

No hay nada en la escritura contra el avance y el progreso de la humanidad… nada más lejos de la realidad.

Pero la palabra nos muestra, como Dios quiere para al ser humano un desarrollo armónico, producto de la capacidad creadora con que Dios ha capacitado al hombre al insuflar al ser humano el aliento de vida, y por ende, raciocinio en inteligencia.

Sin embargo, cuando olvidamos que hemos sido creados para vida, es decir para la convivencia, para el amor al prójimo, entonces atentamos contra nuestra propia esencia espiritual, privando de sentido a toda nuestra obra, deificando nuestros logros y conduciendo al hombre a la esclavitud.

Antes de concluir que no compartir con vosotros un «midrash», el de Rabí Elinezer, que dice que «había escaleras al oriente de la torre de Babel y también al occidente. Los hombres que subían con ladrillos, lo hacían por el oriente de la misma y bajaban por el occidente; si caía un hombre y moría no le prestaban atención mientras que si caía un ladrillo se sentaban todos y decían: ¡Ahí de nosotros! Cuándo recuperaremos éste ladrillo que hemos perdido?…».

Este «midrash» quiere protestar contra la actitud de preeminencia que el hombre tecnológico confiere a veces a los elementos de su invención por encima del ser humano.

Hermanos, ninguna generación humana está exenta de esta confusión, de éste «Babel».

¿Cuál es la nuestra?

Dónde está la tentación de nuestra «Babel»?

La generación anterior a «Babel» fue exterminada por el diluvio -que en hebreo es «MABBUL»-, aquella generación no desapareció en experimento confusión hebreo «BILBUL» y esto es más que un juego de palabras.

Hay confusión cuando hablamos nuestro lenguaje artificial y excesivo, dejando de lado por completo el lenguaje natural.

Dice otro «midrash» que «cuando acometieron la construcción de la torre y la ciudad, se apartaron de la hermandad y se dedicaron cada uno a lo suyo, diciéndose unos otros: «lo mío es mío, i lo tuyo es tuyo» Hasta que por ello se apartaron unos de otros».

La búsqueda egoísta de los intereses personales en detrimento de los del grupo necesariamente crea nuevos idiomas, nuevas formas de expresión, no siempre compartidas por el grupo humano.

Con la mirada puesta en Jesús, Autor y Consumador de la fe, seremos de un solo corazón y una sola alma, hablaremos una sola lengua, hablaremos con el hombre, con toda la naturaleza, y con Dios, Creador de todo:

Isaías 65:21-25.
Amén