Cántaros vacíos, ¿qué darán?

Publicado por Marta Pérez en

Juan 7:37b-38

 “¡El que tenga sed, venga a mí; el que cree en mí, que beba! Como dice la Escritura, de su interior brotarán ríos de agua viva”. DHH. 

Introducción

Estaba pensando y orando para que Dios me diera una palabra suya para esta mañana, para esta congregación y para esta circunstancia, y lo cierto es que me costó encontrar lo que Dios me estaba mostrando.  No se si es porque cuando hablamos de misiones tratamos de centrarnos en dar, o en lo que otros no tienen, o en el paso más allá que nosotros podemos andar para ayudar…pero nada de eso me brotaba, así que he pasado un tiempo un poco inquietante, porque es una gran responsabilidad compartir la Palabra de Dios, y que está sea lo que realmente Dios te da para un determinado lugar.

Pero sí tenía un pensamiento: “no podemos dar lo que no tenemos” y de ahí el texto que nos sirve de base para esta meditación en esta mañana.

Porque cuando pensamos en misiones, pensamos en anunciar, en compartir, en dar y darse, en ayudar, en colaborar… cuando pensamos en hacer misiones, pensamos en lo que tenemos y otros no, para que el otro también lo tenga, y muchas veces confundimos los conceptos y centramos la misión en dar, que está bien, pero damos y nos olvidamos… acallamos así nuestras conciencias, bueno si es cierto, aportamos quizás nuestro granito de arena, y hasta el próximo año…

1.- ¿Qué es hacer misión?

Hacer misiones es como nos dice Hebreos 13:13 “…ir con Jesús, fuera del campamento…y sufrir con él”

Hacer misión es salir, quizás no tanto de nuestra vida para ir a otro lugar, eso lo hacen algunos, los más arrojados, aquellos a los que el Señor da el privilegio de enviar a lugares lejanos en su nombre. 

Hacer misión es más bien salir de nuestra comodidad, de nuestra quietud, de nuestro confort, de nuestro pensamiento egoísta que tan solo busca mi propio bienestar. Para pensar, inquietarme, y actuar a favor de otros, de los que tengo lejos y los que tengo cerca, y anunciarles el Reino de Dios, que no es comida y bebida, pero que también…pero que es más concretamente, como nos dice la Escritura, gozo y paz en el Espíritu.

2.- ¿Qué vamos a compartir?

Lo importante cuando vamos a hacer algo, es saber qué vamos a hacer. No hay cosa más inquietante que tener ganas de comer algo, y no saber qué.  Querer un cambio en nuestra vida, en el trabajo, la casa… pero no tener claro cuál es,  o querer hacer una labor en la iglesia, pero no saber exactamente qué hacer, o preguntarle a tu hijo que va ha hacer de su vida y que te diga con 30 años, -no lo sé…-

La iglesia tenemos claro que somos Luz y Sal de este mundo. La luz no nos ha sido dada para que la escondamos debajo del almud, guardada en nuestro cómodo reposo, sino que hemos de llevarla con nosotros como lumbrera perpetua hacia todo lugar donde reine la oscuridad.

¿Y qué es lo que vamos a compartir? Luz o ropa, Sal o alimentos, Esperanza o educación…Y tanto la ropa, como la comida, como la educación son imprescindibles, yo las reparto, y fomento, y ofrendo para ellos. 

Pero estas, sin la luz de Cristo, sin la Sal que aviva nuestras vidas y sin la Esperanza de saber que Dios nos ama con amor eterno y entregó su vida por todos, para que tengamos vida en abundancia, sirven, pero muy fugazmente.

Sí, paliaremos un poco el sufrimiento, y eso está bien, pero nos convertiremos tan solo en una asociación, o una ONG, que tienen su lugar en esta sociedad, y que tratan de establecer la justicia social que este mundo se ha eliminado.

Pero la iglesia tiene la bendición de paliar el aquí y el ahora mirando al mañana, dejando que todas estas cosas trasciendan a algo más profundo, o más alto (como quieras verlo) y reconciliando al ser humano con su creador, para que reciba la justicia que Dios tiene para él.

Y no hablamos de justicia humana, de la justicia de este mundo gobernado por quien no quiere justicia, sino que trata de acabar con los hijos que Dios hizo para sí, para que tuviésemos comunión y relación con él. 

Hablamos de la justicia que Cristo ganó en la Cruz, la justicia que nos hace justos, para disfrutar del derecho de ser llamados hijos de Dios, y recrearnos en un buen Padre Celestial, todopoderoso, y a la vez cercano.

Pero esto solo lo podemos compartir cuando hemos tenido la experiencia de sabernos hijos amados y tenemos la experiencia diaria de beber de ese amor…porque no podemos dar lo que no tenemos…

3.- Ríos de agua viva

Podemos predicar, enseñar, evangelizar y misionar. Todas estas actividades son excelentes, pero no constituyen la razón de nuestra existencia.

No existimos para predicar, sino para predicar en el poder de la unción del Espíritu Santo.

De lo contrario, nuestras palabras serán arrastradas por el viento natural, no por el soplo del Santo Consolador, para que las vidas sean despertadas de la indiferencia y la incredulidad.

No existimos para enseñar, sino para enseñar en el poder del Santo Espíritu de Dios nuestro Señor. De lo contrario, nuestros niños, jóvenes y adultos no serán instruidos y afirmados en la fe que Jesús nos enseñó, y que aprendemos y vemos en los apóstoles.

No existimos para cantar, ni siquiera para hacerlo bien, sino para cantar bajo la unción del Santo Consolador, de manera que la gloria de Dios se haga notar en nuestras alabanzas.

No existimos para evangelizar misionar, sino para que la misión cristiana, dentro y fuera de nuestras caprichosas fronteras, se lleve a efecto bajo la mano del Espíritu Santo, de manera que los corazones endurecidos sean transformados en corazones de carne, sensibles a la voz del Eterno.

No existimos para ser un club ni una ONG, o una mera organización socio-religiosa, adornada con un versículo bíblico por aquí y otro por allá, como si de esa manera tratáramos de justificar nuestra raíz cristiana, a veces borrosa.

Somos, sencilla y llanamente, un puñado de pecadores sobrenaturalmente convertidos de la incredulidad a la fe de Jesucristo como nuestro único Señor y Salvador.

Somos un pueblo en quien mora el Santo Espíritu del Padre y del Hijo: “Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros.” (Romanos 8:9).

Por lo tanto, no hay labor cristiana que podamos acometer sin la acción sobrenatural de Dios nuestro Señor:

“Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.” (Mateo 7:7-8). “No tenéis lo que deseáis, porque no pedís.” (Santiago 4:3).

No existimos para hacer las cosas bien, por muy concienzudas que sean nuestras gestiones e intenciones, sino para comprender que la gracia divina y la dirección de Dios sólo son alcanzables mediante la oración y la llenura del Santo Espíritu Santo.

Existimos para la gloria de Dios: “Todos los llamados de mi nombre; para gloria mía los he creado, los formé y los hice.” (Isaías 43:7). Por eso el Señor quiere saturarnos con su Santo Espíritu, para que seamos capaces de extender apasionadamente el conocimiento de la gracia y la misericordia divinas a favor de todos los hombres y todos los pueblos.

No vamos a lograr nada sin la dirección del Señor.

No vamos a lograr nada por nuestros propios medios y dando de nuestros recursos.

No vamos a lograr nada sacando de nuestro interior nuestras ganas, anhelos, deseos, y fuerza.

No vamos a lograr nada por medio de nuestro esfuerzo y ánimo personal.

No vamos a lograr nada si no dejamos que nuestras vidas, familias y comunidades bebamos del agua que sacia la sed, la nuestra y la de los demás.

Solo esos ríos de agua viva que brotan de nuestro interior, y que nos promete el Señor Jesús pueden hacer que la obra que él a puesto en nuestras manos sea realmente fructífera y conforme a su voluntad.

Pero para eso es necesario ir a beber…

Primero, tener sed, segundo, ir a Él… y beber….

Tener sed de su presencia, tener sed de su agua, tener sed de su amor, tener sed de su justicia, tener sed… ¿tenemos sed de Dios, tienes sed de Jesús?

Conclusión

Grandes cosas ha puesto el Señor delante de nosotros para que podamos hacer misión.

Grandes retos hay a nuestro alrededor, lejos (Guinea: con su proyecto escuelas y las iglesias a las que apoyamos. Mozambique: con el centro de integración social Sekeleka).

Pero también aquí cerca: una ciudad entera que vive como sabe y puede, pero sin conocer que Dios los ama a todos ellos y quiere que le conozcan.

Y más cercano, tu compañero de trabajo o de estudios, tu vecino, un familiar…alguien que no conoce lo que tú tienes.

Cuando el Señor Jesús le dijo a la samaritana que si bebiera del agua que él tenía jamás volvería a tener sed, ella deseó tener beber esa agua… un agua que brota como un manantial de vida eterna.

Tú, hermano y hermana, eres poseedor de ese manantial, cuando te acercas a beber del Señor.  Permite que esa agua, ese manantial que brota en tu interior se deje ver a través de tus palabras, tus acciones hacia los demás, los que están cerca y los que están lejos… eso es hacer misión. Amén.

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