Filemón

Publicado por Antonio Martín en

FILEMON

Filemón es la más breve, personal y entrañable de las cartas de Pablo que tenemos en el Nuevo Testamento.  A veces, lo que es breve y directo, si es bueno, es mejor que el largo discurso… Vivimos en un siglo donde las comunicaciones cortas son las más apreciadas.  Y no podemos cambiar esto aunque no nos guste.  No dejemos de tener buenas comunicaciones personales, buen diálogo pausado y tranquilo entre nosotros (haciendo el tiempo adecuado y en las horas recomendables para ello) pero, estaréis de acuerdo conmigo que los sermones de Juan Crisóstomo (más de 3 horas muchas veces) eran para la época del hermano Crisóstomo (s. IV).

Además, un sermón, no es diálogo, ya que el que habla sólo es uno (en este caso yo) pero también podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que si el sermón viene de parte del Señor, se producirá un diálogo personal entre el Espíritu Santo y todos nosotros (diálogo que se realizará en el interior de cada uno).

La epístola de Pablo a Filemón se centra en aspectos de las relaciones humanas como la aceptación de los demás, la reconciliación y el perdón.

Se acepta casi universalmente que Pablo es el autor de esta carta y que la escribió cuando estaba encarcelado en Roma.  Junto con Efesios, Filipenses y Colosenses, es una de las “Epístolas de la prisión”.  Fue escrita entre los años 59 y 63 d.C.

La carta está dirigida en primer lugar a Filemón (cariñoso), creyente que probablemente vivía en Colosas (Col 4:9), pero también a Apia, que algunos piensan que era la esposa de Filemón, y a Arquipo, que puede haber sido el hijo de ambos.  Pero el v. 2 deja claro que también estaba dirigida a toda la congregación que se reunía en casa de Filemón (“a la iglesia que está en tu casa”). Es decir, que la carta había de ser leída a todos los miembros de la iglesia.  Porque en la iglesia de Cristo no hay asuntos privados y todo afecta a la vida de la comunidad.

Pablo hace una llamada a la reconciliación entre Filemón y Onésimo, que se hallaban enemistados.  Hay un consenso muy amplio, aunque no totalmente unánime, sobre el hecho de que Onésimo era un esclavo fugitivo perteneciente a Filemón, y que Pablo estaba tratando de mediar algún tipo de reconciliación entre ambos.  Una opinión menos común, alternativa, es que Onésimo no era un esclavo literal sino simplemente otro cristiano enemistado con Filemón.  Según esta opinión, el v. 16 no debiera interpretarse como prueba de una condición de esclavitud real, sino como reza literalmente el texto, “como esclavo”, una metáfora para designar un trato áspero.  (Puede que también nosotros, con nuestro trato áspero, hayamos tratado a algún hermano como a esclavo.  Como si tuviera que obedecernos ciegamente y sin rechistar; sin posibilidad de discrepar… ¿habremos fomentado el diálogo?  A esta pregunta debemos cada uno dar nuestra personal respuesta.  El apóstol Pablo se dirige a Filemón en el v. 17 diciéndole que reciba a Onésimo “como” si fuera Pablo. 

Es muy curioso el significado de los nombres: Filemón significa “cariñoso”.  Y todos sabemos que el hombre (varón o mujer) más cariñoso del mundo, puede un día ponerse hecho un basilisco… y ya sabes que no debemos juzgar a una persona por un fotograma de la película de su vida.  Onésimo significa “útil” o “provechoso” y también parece que este varón había tenido algunos deslices con Filemón y más que útil o provechoso, le había causado pérdidas (por eso dice Pablo que si le debe algo que lo cargue en su cuenta) (v. 18).  Pablo se ofrece a pagar la deuda o el daño del otro, para que tomemos ejemplo, porque Cristo esto mismo hizo por todos nosotros.  Así que Pablo no hace nada que no haya visto en Su Señor Jesucristo primero y que no sólo lo hizo por Pablo sino por todos nosotros.

Pero vamos a releer el texto (vv. 17 al 19) “Así que, si me tienes por compañero, recíbele como a mí mismo.  Y si en algo te dañó, o te debe, ponlo a mi cuenta.  Yo Pablo lo escribo de mi mano, yo lo pagaré; por no decirte que aun tú mismo te me debes también”.  Estoy seguro de que el Espíritu Santo en estos momentos te está hablando, tanto a ti como a mí, a todos nosotros, para que recibas al hermano o hermana que te dañó porque todos somos deudores y Cristo pagó por todos nosotros.  Por tanto, no podemos negar a nadie el perdón ni la reconciliación.  Como cristianos estamos llamados a vivir reconciliados.  Y no tenemos derecho a llamarnos cristianos si no estamos dispuestos a perdonarnos y a reconciliarnos.  Puede ser tu falta de perdón la que te impida dar testimonio del Señor a otros… la que te produce esa vergüenza a hablar de Cristo a los demás.  Cuando dar testimonio del Señor debería ser lo que diera sentido a nuestra existencia.

Filemón era un hermano conocido por el amor que tenía al Señor y a todos los hermanos y hermanas (v. 5) “porque OIGO del amor y de la fe que tienes hacia el Señor Jesús, y para con TODOS los santos”.  Era conocida la buena fama del testimonio de Filemón, al parecer un hombre de recursos e influencia, y de un carácter cristiano marcado, de ardientes simpatías y de grande hospitalidad y beneficencia.  Fue convertido por medio de Pablo y éste sabe de su buena disposición a recibir a los siervos de Dios y por eso le solicita alojamiento v. 22 “Prepárame también alojamiento; porque espero que por vuestras oraciones os seré concedido”.  Es significativo también que Pablo se muestre al amado hermano Filemón como un regalo.  Y es que todos los verdaderos ministros del Señor (apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros) son dones de Dios dados a los hombres (Efesios cap.4).  Y más aún: todos debemos considerarnos como regalos de Dios los unos para con los otros, porque somos “escogidos en Cristo Jesús” somos los “regalados” porque todos los regalos hechos con amor se escogen con sumo cuidado para que gusten a sus destinatarios.  Así el Señor nos ha elegido para ser regalos y Dios no se equivoca; y Su amor es tal que aún no somos conscientes del valor de cada regalo (de cada hermano y hermana).  Lo vamos siendo creciendo en madurez (es decir en obediencia al Señor) y lo seremos plenamente cuando venga a buscarnos y estemos todos juntos con Él.

Filemón era más que cariñoso, tenía gran amor y confianza en el Señor Jesús y también tenía gran amor y confianza en todos los santos, pero parece que Onésimo le había fallado, y seguramente otros también; que no habían correspondido como él esperaba a su amor y hospitalidad… Y eso le había hecho perder la confianza, al menos, en algún hermano.

Pablo le insta a que recupere esa confianza perdida y le dé otra oportunidad a Onésimo para que le vuelva a ser útil y provechoso como en el pasado.  (vv.  10 al 12) “Te ruego por mi hijo Onésimo, a quien engendré en mis prisiones, el cual en otro tiempo te fue inútil, pero ahora a ti y a mí nos es útil, el cual vuelvo a enviarte; tú, pues, recíbele como a mí mismo”.  Y esta vez, dice Pablo, que muy probablemente sea para que ya nunca se separen (v. 15) “Porque quizás para esto se apartó de ti por algún tiempo, para que le recibieses para siempre”.  Y acaso ¿no es esto lo que quiere el Señor?  ¿Qué dejemos las rencillas y superadas las diferencias del pasado, nos recibamos todos a todos para siempre?  Necesitamos hacer borrón y cuenta nueva.  Y hacer borrón y cuenta nueva significa olvidar deudas, errores cometidos por otras personas, enfados con otras personas, etc., y continuar como si nunca hubiesen existido (olvidarlos, no guardar rencor por ello). Sería como empezar desde cero olvidando lo malo pasado: PERDONAR DE TODO CORAZÓN PARA QUE LA RECONCILIACIÓN SEA POSIBLE.  PARA ESO, PRINCIPALMENTE, CRISTO DIO SU VIDA POR TODOS.

Sólo en el perdón y en la reconciliación podemos todos juntos conocer todo el bien que está en nosotros por Cristo Jesús.  (v. 6) Le dice Pablo a Filemón, a su familia y a la iglesia que está en su casa “para que la participación de tu fe sea eficaz en el conocimiento de todo el bien que está en vosotros por Cristo Jesús”.  Hermanos amados, no podemos ni imaginar TODO EL BIEN QUE ESTÁ LATENTE EN NOSOTROS HOY, AQUÍ Y AHORA, Y QUE EL SEÑOR QUIERE DESATAR Y HACER EFICAZMENTE SI OBEDECEMOS AL SEÑOR, CONFIANDO EN ÉL, Y VOLVIENDO A CONFIAR LOS UNOS EN LOS OTROS.  TODOS TENEMOS NUESTRA PARTE QUE HACER Y PARTICIPAREMOS DE LA BENDICIÓN COMUNITARIA.  Pero tenemos que estar dispuestos a hacer ese bien que el Señor demanda como deuda a cada uno.  Podemos perder de vista “todo el bien” que el Señor nos ha hecho en el pasado, ignorarlo en el tiempo presente, y cerrarnos nosotros mismos las puertas a la bendición que Él tiene preparada en el futuro…  Desgajándonos por nuestra propia dureza de corazón del fruto hermoso que el Señor quiere dar a través de esta comunidad.

Tenemos que superar el pecado y mirar hacia adelante sabiendo que está por descubrir mucho bien y que ese bien quiere alcanzarnos a todos y a muchos más de los que estamos aquí ahora… Los planes de Dios son mucho mayores de lo que podamos imaginar nosotros.

Tenemos que descentralizarnos de nosotros mismos y mirar los campos que están listos para la siega… o ¿ya no tenemos interés porque las almas conozcan a Cristo?

Interesados no en nosotros sino en hacer el bien al otro, al que tenemos al lado, buscando el interés ajeno antes que el nuestro conseguiremos la victoria.  Decía Juan Crisóstomo “… El que no practique la limosna (justicia), perecerá absolutamente.  En lo terreno, nadie vive para él solo.  El artesano, el soldado, el labrador, el comerciante, todos sin excepción contribuyen al bien común y al provecho del prójimo.  Pues con mayor razón ha de hacerse así en lo espiritual.  Porque esto es sobre todo vivir.  El que sólo vive para sí y desprecia a todos los demás, es un ser inútil, no es hombre, no pertenece a nuestro linaje.  “¿Pues qué -me dices- voy a descuidar mis asuntos para atender a los ajenos? -No, no es posible que quien atienda a lo ajeno descuide lo propio.  El que busca el interés de los demás, a nadie causa pena, a todos compadece y ayuda según sus fuerzas; a nadie le quita nada, ni le defrauda, ni le roba, ni le levanta falso testimonio; se aparta de toda maldad y se abraza a toda virtud, ruega por sus enemigos y hace bien a quienes buscan su mal; a nadie injuria, a nadie maldice, aun cuando a él de mil maneras se le maldiga, sino que repite las palabras del apóstol:  ¿Quién está enfermo y yo no me pongo enfermo?  ¿Quién se escandaliza y yo no me abraso?  En cambio, de buscar nuestro interés, no se sigue necesariamente el interés de los demás”.

Si todo el cuerpo de Cristo se comportara de esta forma podríamos decirnos todos unos a otros lo que el apóstol Pablo le dice al amado Filemón: (v. 7) “Pues tenemos gran gozo y consolación en tu amor, porque por ti, oh hermano, han sido confortados los corazones de los santos”.  (corazones.  Lit. “entrañas”, figura que designa las emociones profundas).  El Espíritu Santo, el Consolador, había usado a Filemón y su cariño entrañable para sanar heridas y sentimientos muy profundos en muchos hermanos, y ese amor había provocado gran alegría y consuelo en Pablo y Timoteo (hermanos que vivían en total dedicación a Cristo, como prisioneros de Él).  Ahora se le pide a Filemón que haga lo propio una vez más, en este caso con Onésimo, con el cual estaba claramente enfadado y se sentía ofendido y dañado por él.

Si hemos nosotros ofendido, estemos prestos a pedir perdón a los hermanos y a confortar los corazones de los santos, porque ese comportamiento será prueba de que el amor de Dios habita en nuestros corazones y que no hemos corrido en vano.  Porque no se puede correr la carrera cristiana de cualquier manera…

Hermanos, todos podemos habernos comportado inútilmente para el Evangelio, pero ahora es tiempo de sernos útiles todos unos a otros.

El Señor nos envía de nuevo para que nos volvamos a recibir (como dice Pablo: v. 12 “el cual vuelvo a enviarte; tú, pues, recíbele como a mi mismo”) sabiendo que al recibir otra vez al hermano que nos hizo daño, recibimos a Cristo porque escrito está “El que a vosotros recibe, a mí me recibe (dice Jesús) y el que me recibe a mí, recibe al que me envió” (Mateo 10:40).  Claramente, el Señor usó al hermano Pablo para trabajar en los dos extremos de la cuerda: En Onésimo para que reconociera el daño causado a Filemón, y en Filemón para que perdonara a Onésimo, y viceversa, porque seguramente Filemón había tratado a Onésimo con aspereza.  Con la aceptación y el perdón mutuo la barrera levantada por la enemistad iba a desmoronarse.

La obediencia al Señor y por extensión a Pablo es esperada de parte del hermano Filemón: (v. 21) “Te he escrito confiando en tu obediencia, sabiendo que harás aun más de lo que te digo”.  Si Onésimo era un esclavo propiedad de Filemón, ahora tenía que ser recibido como hermano amado (leer v.16) esperando el apóstol Pablo que ese hacer mucho más de lo pedido fuese darle la libertad o manumisión a Onésimo.

En el primer siglo muchos esclavos abrazaron la fe de Cristo y por su buen testimonio sirviendo a sus amos terrenales como al Señor, consiguieron que sus amos se convirtieran a Cristo.  Muchos de esos amos les dieron la libertad a sus hermanos.  Y también hubo muchos que se quedaron sirviendo, no ya por obligación legal, sino por amor al Señor y a sus hermanos, en una relación de amor mutuo.  Los esclavos en aquella época solían ser bien tratados por sus amos.  También se dio el caso de hermanos que se vendieron como esclavos para ayudar con el dinero de su propia venta a hermanos que padecían muchas necesidades.  Y también así, tener la oportunidad de llevar a los pies de Cristo a esos amos opulentos y poderosos.  Tenemos mucho que aprender todavía sobre de qué va el Camino de Cristo.

Sinceramente, no sabía cómo terminar este sencillo estudio-reflexión sobre la epístola del apóstol Pablo a Filemón.  Pero creo que la mejor manera de hacerlo es deseándoos a todos lo mismo que el apóstol escribió a aquella iglesia casera posiblemente de la ciudad de Colosas (v. 25) “La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu.  Amén”.

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