Poemario

Publicado por Joaquín Yebra en

Si escuchas con el oído
sólo podrás captar murmullos,
las sombras de las palabras.
Te pido que abras tu corazón
para que logres saborear
la carne, los huesos,
los tuétanos suculentos
de este llanto de mi alma.

-I-
Quisiera no ser nunca
desdeñoso de aprender.
Ni perder nunca el buen gusto
de reconocer mis límites,
mi norte y mi sur,
ni mi este y mi oeste.

Quisiera desnudar mis pensamientos
de todos los adornos;
de la ropa hecha a medida;
de los conceptos que no piensan
y no me dejan pensar.

Quisiera que mi rebelión tardía
nunca dejara los campos
de mi lírica enamorada;
de mi canto al Autor de la luz;
de mi impaciencia de niño y de anciano.

Quisiera un día vivir muy lejos
de la superstición y el misticismo,
y de las cóleras sombrías,
y de las clases dominantes,
y de los dominados que quieren dominar.

Quisiera que el espíritu, y la poesía, y la razón
se fundieran en un férreo abrazo
para dar a luz un tumulto
de confusión y exuberancia…

Y escapar hacia el septentrión
de las nubes y las nieblas,
y los soles de medianoche…
Y dormir y soñar…
Huir de la luz
por amor a la luz.

Huir del espíritu
por amor al Espíritu…

Huir de ti y de mí
por amor al nosotros;
al nosotros de la pura pasión ilimitada.

-II-

Mi yo solitario
palpita en el pecho.

Sentimiento y lenguaje
se funden en mi alma.

Las asociaciones oníricas
me envuelven como el agua.

Mi riesgo esencial
es el abandono inacabable.

El océano se encrespa
y yo me fío de las olas.

Todas las violentas sensaciones
del profeta Jonás son mías.

Todas las raíces verdaderas
me nutren y me arraigan.

Tu palabra se hace carne
como la mía…

La mía se hace signo,
metáfora y sensualidad.

-III-

La lluvia lo ha llenado todo…

También mi corazón.

El sol lo ha alumbrado todo…

Excepto la sombra de mi latido.

El viento lo ha limpiado todo…

Excepto la pesada losa del recuerdo.

El fuego lo ha purificado todo…

Excepto mi vocabulario marchito.

La tierra lo ha cubierto todo…

Excepto la carencia del amor.

Sólo la lluvia lo ha llenado todo…

Hasta la última brizna de hierba…

Hasta la rama más recóndita…

Hasta mi corazón.

-IV-

Aborrezco el convencionalismo
de las palabras traidoras.

Son como monedas
que pasan de mano en mano.

Van ensuciándose día a día,
perdiendo su brillo,
borrándose la inscripción.

Pero, ¿cómo componer un poema
sin el significado convencional de la palabra?
¿Cómo trascender la voz y el timbre,
la cadencia y el ritmo,
la escritura y la semántica?

¿Cómo ir más allá de las fuentes
y de los orígenes?

Mientras tanto, las palabras se vuelven
escorias y cenizas…

Algunas amortajadas en los léxicos,
enterradas en los diccionarios…

Traicionaron al corazón
y se volvieron sepulcros
donde se disuelven sus orígenes.

¿No habéis sentido nunca la tentación
de crear un lenguaje nuevo,
sin raíces ni orígenes,
como Melquisedec,
si principio de días?

¿Será posible escribir un día
con pétalos y pájaros?

¿Podremos expresarnos
con estremecimientos y ecos,
con alientos y átomos?

Nos han traicionado las palabras…

Nos han engañado los conceptos…

Duermen en los libros…

Ese es tu castigo.

El nuestro -el mío- escribir tu nombre
en el cristal de la ventana,
en la gota de lluvia
y en la brisa de la tarde.

-V-

Los ángeles y los demonios de mi petate
se vuelven contra mí en ocasiones.

Ahogan mis gritos y mis recuerdos;
Sofocan mis cantos apasionados.

Queman mi cosecha de grano y de luz;
convierten mis prados en árida melancolía.

Loas ángeles y los demonios de mi petate
son como aquel genio de la lámpara de Aladino.

Cantan siempre la misma estrofa.

Entonan siempre la misma nota.

Gritan siempre la misma voz.

Devoran siempre la misma carne.

Los ángeles y los demonios de mi petate
se parecen inmensamente a mí…

Tienen mi rostro…

Mi voz y mi mirada.

Creo mi petate es el fardo
de mis vagos recuerdos fragmentados.

Mis demonios son sólo una medusa.

Mis ángeles son sueños en medio de mis sueños.

Sólo tú puedes disiparlos
en las nieblas y en las sombras.

Tu visión soñadora y callada
despierta mi alma y mi balada,
en silencio durante tanto tiempo.

Los ángeles y los demonios de mi petate,
ya no son,
desde que tú llegaste.

-VI-

Voluptuoso y macabro
es el viaje de la vida.

Una sola estación
y un solo tren.

Una sola máquina de mil vapores,
y una vía zigzagueante
que siempre conduce al mismo destino.

La aspiración a la nada
es su meta programada.

Unos viajeros impregnan
su espíritu de resignación.

Otros se abaten en el sueño
o en el llanto o en el silencio.

Pero otros claman redención
hasta llegar a su último verso.

El viaje es ya imparable,
sin retorno.

Lo ignoto será la nada para algunos…

Para otros será lo eternamente nuevo.

El polvo inerte
o la luz de la aurora…

La nada
o su voz al alba…

Sombras de muerte eterna
o ese sol de justicia
que es la sed de justicia,
sed de infinito
y alegría del alma.

-VII-

Nadie puede amar cadenas.
Ni suyas, ni de otros.
Aunque sean de plata,
aunque sean de oro.
Serán siempre cadenas
que hay que quebrar con furia,
que hay que quebrar al otro,
y a todos los que atados
ya no confían ni esperan.
Las cadenas no viven.
Las cadenas no esperan,
sino la mano firme
que las abras y destruya,
que las quiebre y las rompa.
De libertad, no de oro,
quieren ennoblecerse
los hombres si reposo.

-VIII-

Ver el árbol de la vida
es contemplar atento la justicia.
Símbolo de justicia,
eterno siete de sumerios, acadios y babilonios.
Ärbol astral de los ritmos y las formas.
Reposo de arrepentimientos
en botánica presencia.
Tus mutaciones y modificaciones
me hacen temblar…
Eres el anagrama de la vida,
la transformación de las energías vitales…
Eres el ombligo que nos vincula
a la tierra original.
De vegetal a mineral marcas el camino
de neutrones, protones y electrones.
Estabilizas el espacio con tus brazos
de menorá de rica savia.
El viento te contorsiona en la danza
de la frescura y el vigor vitales.
En ti vemos la leche sabia de la savia,
la mujer en la tierra y el principio divino.
En el centro de la Jerusalem celestial,
junto a las aguas de sosiego,
en la puerta de los orígenes.
Ver al árbol es verte a Ti,
y verte a ti basta….

-IX-

Escogí el papel de «lokta»
para escribir estos suspiros
y estas palpitaciones,
porque es como la vida misma.
Puedo sentir el trazo
como si fueran pasos
sobre la hierba fresca de la mañana,
o en el empedrado sendero
de los chopos que tú y yo conocemos…
Me estremece saber que estas láminas
fueron un día una planta viva en Nepal…
¿Cómo pueden ser vivas las palabras
que acarician o violentan este cadáver
botánico sobre el que se desliza mi mano
y mi pluma cargada de elocuencia?

¿De dónde llegará el soplo?
¿Dónde nacerá el aliento?
¿Qué nombre traerá el hálito?
Sólo hay un nombre para todo.
Tú nombre es el nombre-todo,
y todo es tu verdadero nombre…
En todas las lenguas y en todas las edades…
Sólo lo conocen el aire y el fuego,
la tierra y el agua…
Y la «defecabana» que nace y vive y muere
en las alturas del Nepal,
a cuatro mil pies sobre el nivel de las aguas…
Donde todo llega y nada escapa,
donde susurra el aire,
la tierra bajo mis pies,
el agua en los arroyos,
y el fuego en la hoguera de la noche.
Tu nombre…
Siempre tu nombre…
Defacabana… Lokta… Tú.

-X-

Los poetas fallecen
en las tierras latinas:
O les cortan las manos
o les meten en tinas.
Los poetas fallecen
en las tierras hispanas:
O les lidian en plazas
o les matan al alba.
Los poetas son miembros
de los clubes de muertos:
Viven en corazones
o reviven en huertos.
Los poetas son siempre
conciencia que delata,
voz que resuena queda,
tambores de hojalata
que reprimen las bestias
del amor a la patria.

-XI-

Las hambres y los hombres
caminan de la mano,
respirando los aires miserables
de villas y fabelas.
Las hambres y los hombres
comparten los caminos
bebiendo el mismo mar
encrespado de vientos y olivares.
Las hambres y los hombres
tensan los mismos arcos,
lanzando negras flechas
de antorchas y de hogueras.
Las hambres y los hombres,
siempre juntos,
de la mano del fusil y de la espiga,
del calor y de la sangre.

-XII-

Mientras el tiempo nos roba las horas,
la eternidad nos devuelve los instantes.
Mientras la lluvia se lleva las lágrimas,
las olas nos devuelven la alegría.
Mientras el aliento arrastra nuestra vida,
el viento nos devuelve el hálito primero.
Es más lo que nos vuelve
que el parecer perdido…
Lo nuevo sólo es vuelta
de lo que ya había sido.

-XIII-

Tú…
Nada más alto,
ni más bajo,
ni más, sencillamente.
Tú siempre,
en todas partes,
siendo siempre lo sido
y lo que fue y ha sido,
y lo que sido ha de ser.
Tú, eternamente otro,
y siempre diferente,
en cada hoja
y en cada cristal de nieve.
Tú…
Diálogo y monólogo.
Tú…
Llamado y llamando…
Sólo Tú, pero nunca Tú solo…
Diálogo y llamada…
Tú, siempre;
Eternamente.
Sólo tú;
Tú siempre,
eternamente;
Tú.

-XIV-

Han matado a la paloma
cuando iniciaba su vuelo.
Han frustrado su pirueta
cuando apenas se iniciaba,
y con ella se han perdido
mis versos de marinero,
mis teatros de barraca,
mis esperanzas de viento.
Han matado a la paloma
que hablaba en tantos acentos.
Han aplastado su risa
con el peso del acero.
Y con ella se han marchado
mis sueños de aceitunero,
mis cantos de libertad,
mi despertar abrileño.
Han matado a la paloma
las águilas imperiales.
Han pisoteado sus alas
Han retorcido su cuello.
Han borrado el trazo alegre
que dibujó con su vuelo,
sus pisadas en la arena,
su curso de pluma y cielo.
Han matado a la paloma
antes de que yo naciera.
La he buscado sin saberlo,
la he intuido en mi lamento.
La he llorado por los muertos,
por poetas fusilados
con la rabia del silencio…
¡Y es que la llevaba dentro!

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