Nº 1316– 30 de Agosto de 2009

Publicado por CC Eben-Ezer en

Necesitamos recuperar el sentido profético de la iglesia. Para eso es menester que ésta no tenga patrocinadores, protectores ni sponsors de ninguna clase.

Sólo en su independencia de los poderes de este mundo, y en su dependencia del Santo Espíritu de Dios, puede la iglesia recuperar su voz y hablar con claridad al mundo.

En medio de la perplejidad de las gentes, sólo el profeta sabe hablar sin titubeos, y señalar la dirección exacta.

A pesar de los muchos tropiezos de la oscuridad del mundo, sólo el profeta puede aportar la luz necesaria para caminar y no caer al abismo.

Todos podemos profetizar, dice el apóstol Pablo, lo que significa que todos podemos ser profetas, aunque nos sobrevengan dudas en algunos momentos.

Los profetas saben dónde están los puntos de convergencia entre la construcción del mundo y la llegada del Reino.

Los profetas luchan contra el espíritu de siesta y modorra que lleva a la iglesia a caminar con botas de plomo.

Pero escasean los verdaderos profetas porque no se trata de un oficio fácil.

El profeta halla a su paso desconfianzas, hostilidades, incomprensiones, zancadillas, trampas y cepos, con toda clase de estorbos y distracciones para apartarse del camino que se le ha encomendado.

Esto no debe sorprendernos ni asustarnos, por cuanto nuestro bendito Salvador ya nos advirtió de antemano al respecto, diciéndonos que en el mundo tendríamos aflicción, pero que no temiéramos, por cuanto Él ya ha vencido al mundo con su entrega amorosa.

Cuando el mundo hace halagos a la iglesia, crea hueco para ella entre las instituciones sociales, y le tiende los lazos del maridaje desigual, podemos estar seguros de hallarnos frente a la gran tentación de los discípulos ante todos los imperios.

Pero cuando solamente ganamos sufrimientos, incomprensiones y desprecios, cuando a uno le toca pagar personalmente, entonces podemos estar seguros de que el camino es bueno, por cuanto la dirección de  las huellas de Jesucristo es inequívoca.

Mucho amor.   

Joaquín Yebra,  pastor.

 

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