Nº 1338– 31 de Enero de 2010

Publicado por CC Eben-Ezer en

La decisión de permanecer callados puede ser una trampa del maligno. Cuando los exiliados israelitas colgaron sus arpas de los sauces llorones, como leemos en el Salmo 137, se equivocaron. Sión estaba en ruinas, Jerusalem destruida y la gloria del templo disipada. Pero al colgar sus arpas habían limitado el poder de Dios en sus propias vidas.
Podemos sentirnos en el exilio estando en nuestra propia tierra. Yo me siento así cuando considero que las cárceles están llenas de internos por delitos relacionados con la droga, sin que se les reeduque… Cuando los medios nos cuentan que políticos corruptos roban millones y millones para después negarse incluso a declarar a los magistrados, sin que la ley caiga sobre ellos con todo rigor… Cuando veo a bastantes estafadores y defraudadores aparecer públicamente en televisión, naturalmente pagados, como si fueran personas de bien destacadas en algún campo digno del quehacer humano… Cuando los docentes reconocen estar incapacitados para enseñar en secundaria ante el absoluto desorden, agresividad y desinterés de los alumnos… Cuando me dicen que cada día muere un trabajador de la construcción por falta de medidas de seguridad e higiene en el trabajo, a veces abandonados a la puerta de un hospital por quienes los contrataron ilegalmente y ahora se desprende de ellos como si no fueran humanos… Cuando leo cada día que la violencia doméstica acaba cada año con la vida de decenas de mujeres a manos de sus supuestos compañeros sentimentales… Donde compruebo que ni siquiera se envía a muchas mujeres inmigrantes a “fabricar ladillos”, sino a prostituirse en los parques… Mientras aumenta el número de los “sin techo” sin que les caiga la cara de vergüenza a quienes detentan el poder y ostentan la autoridad.
Mientras tanto enferman los ganados (vacas locas), proliferan las pestes (sida, hepatitis, enfermedades venéreas, nuevas cepas de gripe, virus desconocidos); los ríos, los mares y el aire se contaminan por los residuos de industrias de inversores movidos sólo por el afán del lucro… Donde se gasta más en juego que en hospitales… Donde la religión de cualquier color sostenida con fondos del estado secular, es decir, de todos, extiende la mano para recibir indiscriminadamente dinero, sin preguntarse cuál es su procedencia (juego, drogas, exportación de armamento, venta de minas personales)… ¿Es esta mi tierra o vivimos en el exilio?
Sin embargo, no existe excusa para colgar las arpas de los sauces. Tenemos que seguir predicando el Evangelio del Reino y de la Gracia de nuestro Señor Jesucristo, mientras, siguiendo su ejemplo, levantamos la voz contra la desvergüenza, la ignominia y la hipocresía; echamos del templo a los mercaderes y llamamos “zorra”, como hizo Jesús, a quienes se comporten como tales. ¡Descuelga tu arpa del sauce y atrévete a cantar!
Mucho amor.
Joaquín Yebra, pastor.