Nº 1406– 22 de Mayo de 2011
Sabiamente dice el Talmud que quien mata a un hombre, es como si hubiera matado a toda la humanidad; y quien salva la vida de un hombre, es como si hubiera salvado a la humanidad entera.”
Esta es la forma hebrea de decirnos que todos somos uno; que los hilos de conexión, invisibles pero reales, que unen a todos los hombres, es el gran descubrimiento pendiente a la humanidad.
Cuando golpeamos a alguien, nos estamos golpeando a nosotros mismos; cuando damos de comer a alguien, estamos matando nuestro propio hambre; y así podríamos seguir estableciendo esta relación en todos los actos de nuestra vida.
De ahí se desprende que vamos a segar lo que hayamos sembrado primeramente; que todo cuanto hagamos a nuestro prójimo, nos va a alcanzar a nosotros; y que habremos de ser juzgados con la misma vara de medir que nosotros empleemos con los demás.
Cuando servimos a los necesitados, estamos sirviéndonos a nosotros mismos; y puede que no te haga tanto favor revelándote este principio, por cuanto servir de manera inconsciente, natural o espontánea, es muchísimo mejor.
Cuando Jesús de Nazaret tomó a un niño en sus brazos y le abrazó, y dijo que quien recibe a un pequeño, a una pequeña, en su nombre, a Él le recibe, estaba invitándonos a abrazar y amar a los pequeños, a los vulnerables, a los heridos, a los desamparados.
Si encuentras un árbol seco, riégalo…
Si encuentras un herido, cúralo…
Si encuentras un solitario, ponte a caminar a su lado.
Mucho amor.
Joaquín Yebra, pastor.