Nº 1478- 21 de octubre de 2012

Publicado por CC Eben-Ezer en

Nuestro Señor Jesucristo nos ha dicho que aprendamos de Él, que es manso y humilde de corazón, y hallaremos descanso para nuestras almas.

Dice el refrán que “Cuando un hombre es humilde, incluso sus perros no son dañinos”. Los sabios antiguos de Israel dijeron que es mejor ser caña que cedro, porque el cedro es duro, mientras que la caña es flexible. Cuando todos los vientos soplan contra ella, no se resiste, sino que se mueve a su compás. Cuando se calman los vientos, la caña permanece en su lugar. ¿Y cuál es la recompensa de la humilde caña? Tras larga discusión, los sabios respondieron: De ella se obtiene el cálamo con el que se escribe la Santa Ley de Dios. Sin embargo, el cedro no permanece en su lugar. Cuando soplan los vientos impetuosos lo desgarran y lo derriban. ¿Y cuál es el final de cedro, a pesar de toda su belleza? Vienen los leñadores y lo cortan, cubren con él los techos de las casas y el resto lo arrojan al fuego.

Rabí Pinjás ben Yair, de la época de la Mishná (finales siglo II d.C.),  solía decir: “La diligencia en el estudio de la Santa Ley de Dios conduce a la inocencia, la inocencia a la pureza, la pureza a la santidad, la santidad a la humildad, la humildad al temor del pecado, el temor del pecado a la piedad, la piedad al Espíritu Santo, y el Santo Espíritu a la resurrección de los muertos.” Tal como la sabiduría hizo una corona para la cabeza, la humildad hizo una sandalia para su pie. Por eso está escrito que “el principio de la sabiduría es el temor del Señor; buen entendimiento tienen todos los que practican sus mandamientos; su loor permanece para siempre.” (Salmo 111:10). Y en Proverbios 22:4 añade: “Riquezas, honra y vida son la remuneración de la humildad y del temor del Señor.”

Dijeron los sabios antiguos de Israel que el que se envanece es como una carroña echada al camino. Todo viajero al pasar a su lado se tapa la nariz y se aleja rápidamente. El drama de la iglesia vendida al poder secular es precisamente haberse convertido en una carroña que será desechada y maltratada por sus dueños y patrocinadores, mientras que el remanente fiel será perseguido por su fidelidad a Dios y su lealtad a la Santa Palabra.

Más humildad y más amor. Joaquín Yebra, pastor.

 

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