Nº 1.636 – 8 de Noviembre de 2015

Publicado por CC Eben-Ezer en

El anuncio de Jesús de Nazaret de la inminencia del Reino de Dios fue la causa de su enfrentamiento con los dominios establecidos, el alto clero del templo, los saduceos, los escribas, los fariseos, los herodianos y el imperio romano, arquetipo de todos los demás sistemas absolutistas.

El Evangelio, la Buena Noticia, venía de uno del pueblo, no de las castas dominantes, mientras que para el imperio romano las buenas noticias sólo podían proceder del poder imperial. El Evangelista Marcos presenta esta oposición mediante el uso de símbolos, no de forma directa, lo cual probablemente se debe a tener que proteger a las comunidades cristianas nacientes, que ya estaban comenzando a ser perseguidas por el imperio.  Esto es muy evidente en el caso del endemoniado gadareno, a quien Jesús libera expulsando a los malos espíritus que van a parar a los cerdos, los cuales se ahogan precipitándose al mar. (Mateo 8:28-34).

Detrás de la interpretación espiritualizada por el cristianismo institucionalizado, algunos nos atrevemos a ver la escena como una simbología para mostrar que el fuerte ha de ser amarrado y destruido, por cuanto al endemoniado nadie podía sujetarle ni siquiera con cadenas. Creemos que se trata de una escena real, pero también de una manera de mostrar el bestialismo del imperio romano, por cuanto las fuerzas no pertenecían al endemoniado sino a los demonios representativos del imperio. La prueba que a tantos pasa inadvertida es que cuando Jesús le conmina al maligno a dar su nombre, la respuesta de éste es “Legión”.

El imperio asesinó a Jesús, pero Él entregó su vida por nosotros, para limpiarnos de todo pecado, para darnos la vida eterna en su Segunda Venida, y para ponernos en guardia respecto a la levadura de los fariseos y los herodianos de todos los tiempos. Quiera Dios darnos de su Gracia para que nunca bajemos la guardia, sino que permanezcamos siendo una comunidad de hombres y mujeres libres, llamados a salir de Babilonia, para encaminarnos hacia el Reino de Dios y su justicia. Bienvenidos serán todos cuantos desde el realismo acomodado quieran seguir nuestra utopía creativa.

Mucho amor.  Joaquín Yebra,  pastor.

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