Mente sana

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Dios quiere que tengamos una mente saludable porque la prosperidad en el Evangelio es alcanzar mayor salud, mayor conocimiento de la Luz que es el Señor, alcanzable sólo por la obediencia. Una mente saludable como la de Cristo nos hará pensar en cosas saludables, en lo bueno, lo puro y lo amable (es decir, lo que es digno de amarse: los mandamientos del Señor, Su santa ley) “¡Oh cuánto amo tu ley! Todo el día es ella mi meditación” Sal 119:97 Esta debería ser nuestra mayor exclamación que naciera de los más profundo del ser donde está el hombre y la mujer interior, esto es Cristo en nosotros (nuestra única esperanza de gloria. Ya que sólo Cristo es glorificado por el Padre. Y será solamente Cristo en nosotros quien recibirá toda la gloria porque le pertenece sólo a Él “todita”). Si buscamos gloria para nosotros mismos nos estrellaremos, porque sólo Él es el capaz, sólo Él es el competente y sólo Él hace las obras (no son de nuestra factura; lo nuestro no vale. Está manchado por nuestra vieja naturaleza). Los mandamientos están siempre con nosotros porque están en la mente de Cristo: Sal 119:98 “Me has hecho más sabio que mis enemigos con tus mandamientos, porque siempre están conmigo”. Como Cristo ha prometido estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo, así también trae consigo Sus mandamientos, los que recibió del Padre y los que el Verbo habló a Moisés ante los oídos del pueblo en el monte de Dios y fueron escritos por el “dedo de Dios” por el Espíritu Santo en las tablas. Si nos dejamos enseñar los mandamientos por Cristo, nuestro único Maestro, llegaremos a alcanzar más entendimiento que todos los que nos precedieron: Sal 119:99 -100 “Más que todos mis enseñadores he entendido, porque tus testimonios son mi meditación. Más que los viejos he entendido, porque he guardado tus mandamientos”.

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